skip to main |
skip to sidebar
Ayer me acosté pensando en ti: en que ya no estás, y me quedaron demasiadas preguntas sin respuestas. Estoy intentando tragarme el nudo que tengo en la garganta pero no puedo obligarlo a bajar. Entonces, vomito cartas que no entiendes, pero sabes que van dirigidas a ti.Hoy me levante extrañándote. De repente me dolía el corazón; los latidos eran (son) como aguijones perforándome fuerte y profundo, muy profundo. Los tenues rayos de sol presionaron sobre mis ojos, y te vi allí en mis pestañas, en mis párpados, en mi piel, tus manos entre mis cabellos, las sábanas, tu olor en mis sábanas. Escuche tu voz completamente muda, y se me frenó y congeló la sangre.Busco en cada rincón de la noche algo que me diga que aún estás aquí, pero no tengo nada. Con lo único que me encuentro es con recuerdos actuando de estrellas en mi cielo vacío. Tu recuerdo, que implica ser conciente de tu ausencia, me hace tanto daño. El alma se me acurruca dentro, y se asfixia por si sola de tanto miedo que tiene, de tanto amor que no se va. Me duele y me sangra.De un instante a otro, comienza mi diluvio. Lloro.Por que ya no soy nada (para ti). Es entonces cuando la realidad se posa frente a mis ojos y se abre como una flor (carnívora) después de la tormenta y entiendo que no eres más que un pasado que vive en mi presente.Fuiste tú que sin razones dejaste una razón en mí. Una razón. Esa razón eres tú, y ya no puedo enfrentarte. ¿Qué se supone que debo hacer ahora?
No hay comentarios:
Publicar un comentario